“La legitimidad pasa por la viralidad”
Entrevista a Francisco Albarello[i], Dr. En Comunicación Social, a propósito de la presentación en la última feria del libro de su investigación “Lectura Transmedia”, sobre una mirada acerca de las Tecnologías de la Información y la Comunicación Social, la lectura y una nueva relación de transmedialidad.
Presentaste tu nuevo libro “Lectura Transmedia” en la última feria internacional del libro de Buenos Aires, ¿cómo fue la recepción? ¿Cómo te sentiste?
Es un evento más social. Yo estoy más acostumbrado a los congresos y a las charlas o exposiciones académicas, la Feria es algo más masivo. Es poca gente la que hay en realidad porque hay tantos en tantas propuestas. Sin embargo, tuve muy buena respuesta el jueves, que presenté el libro en paralelo a la presentación del libro de Cristina (risas). Fue muy particular el clima que se vivió. Pero estuvo bien. Es un modo de presentar en sociedad el libro. Lo más interesante va a venir a lo largo del año, en las distintas presentaciones que haga en eventos más específicos, a nivel académico y educativo. Creo que va andar bien, espero que se entienda. Lo considero como una toma de posición de un tema que me interesa mucho, como es la lectura, en un momento de multiplicación de dispositivos de lectura, por eso espero que alimente algún debate. No es un libro que uno publica por publicar, sino que hay una idea de comenzar una conversación con el ámbito educativo.
Leí uno de tus libros, “Personalizar el Vínculo con la Tecnología”, ¿tiene relación o puntos en común con “Lectura Transmedia”?
Está destinado a un público distinto. Sin embargo, a veces me encuentro con la sorpresa de que hay colegas de la UBA por ejemplo, a la que le han regalado “Personalizar el Vínculo con la Tecnología”, y me dicen que es un buen aporte, que debería haber más gente en la Iglesia que piense así, me sorprendió mucho, y por supuesto le agradecí, es raro que pase eso.
Creo que hay en común una idea sobre la tecnología y el vínculo que se establece con eso. Y acá la idea, valiéndome de otras teorías a las que tomo en el primer libro, por ejemplo la teoría de la ecología de los medios, fui encontrando una raíz en común que es: qué pienso yo de la tecnología, como es nuestra relación, y como es en el caso de la lectura.
Después, la diferencia es que este nuevo libro se deriva hacia una temática más específica, con otras ramificaciones, como las neurociencias, la historia de la lectura desde la evolución de la tecnología, el hipertexto, que en parte es una evolución del marco teórico de mi tesis doctoral, que nunca publiqué. Lo que sí publiqué fue el trabajo de campo de la tesis doctoral “Leer y Navegar en Internet”, que está libre en Internet para el que la quiera leer. Pero quedó siempre pendiente lo del marco teórico, entonces este libro es, en parte, la publicación de ese marco, actualizado después de ocho años. Desde aquel momento ha cambiado tremendamente la cosa. Intento trasmitir lo que yo pienso de la tecnología, con una carga optimista, ya que creo que es lo único que nos queda, porque perdemos tiempo si seguimos pensando “antes leíamos más”, “los jóvenes no leen”, que es falso, además. Tenemos que pensar qué hacemos con esta tecnología que tenemos. La ecología de los medios es la base de eso. Si vamos para atrás estamos perdidos, porque los jóvenes, la nueva generación que se está formando necesitan de nosotros una orientación en este mundo, y no decirles “tendrías que haber nacido cincuenta años atrás”.
En un artículo tuyo planteás que los cambios que hubo de pasar de la oralidad a la escritura, de la escritura a la imprenta, y de aquello a los multimedios, lo que vos llamas transmedia, van generando cambios psicofísicos: ¿Cuáles serían esos cambios que se fueron dando?
Hay que partir de la idea que nosotros co-evolucionamos con la tecnología, evolucionamos en forma paralela a ellas, vamos dando forma a nuestro cuerpo, cosa que prueba la neurociencia, ya que el ambiente académico, sostiene que los medios (tecnológicos) crean ambientes que transforma la percepción de los usuarios. A su vez, los medios son creados por las personas y también son formateados de acuerdo a los usos que le van dando las personas. Tomando la metáfora de la ecología de los medios, hay una relación simbiótica, una co-determinación. Eso es la base de todo.
La visión apocalíptica a veces está presente, piensa que la tecnología nos hace alguna cosa: WhatsApp termina con las parejas, el videojuego te hace violento, etc. Cuando en realidad la cosa es mutua. En esa evolución simbiótica hay cambios, por ejemplo, a nivel cerebral. Nos muestra la neurociencia que el cerebro de una persona que usa GPS es distinto al de otra que no usa esa tecnología y que memoriza las calles, por ejemplo, los taxistas. Hay un experimento muy interesante con taxistas de Manhattan que usan GPS y con otros que no, y se ve que desarrollan una parte del lóbulo frontal que el que usa GPS no la tiene, porque no está acostumbrado a memorizar calles, recorridos y demás. Las tecnologías modifican nuestro cuerpo en la medida en que las usamos cotidianamente.
La lectura, históricamente, según la neurocientífica Maryanne Wolf, que habla del cerebro lector, dice que nosotros no nacimos con la capacidad de leer, que el desarrollo de esta capacidad fue como una anomalía en nuestro genoma, por así decirlo, conectando la visión con las capacidades simbólicas de nuestro cerebro, la cual se da por el surgimiento de los primeros rudimentos de la escritura.
Sócrates estaba en contra de la escritura.
Sí, fue el primer apocalíptico, por así decirlo. Lo interesante de todo es que Platón lo escribe. Es muy paradójico. También lo paradójico es que todas las críticas que se hacen a la tecnología se hacen desde esas mismas tecnologías. Por ejemplo, hace décadas atrás, los que criticaban a la televisión iban a los programas de TV a realizar su crítica. En general, estamos criticando el mismo sistema en el que vivimos, por eso digo que es una pérdida de tiempo.
La realidad y su forma multisensorial, multisecuencial y multilineal
Antes de criticar a la tecnología en sí ¿convendría cuestionar el modo en la que la usamos?
Sí, porque precisamente, si criticamos la tecnología no vemos todo el panorama. Primero porque es una exposición falsa, porque estás queriendo salirte de un sistema en el que vivimos, como decía McLuhan: el pez no tiene conciencia de lo que es el agua. Vivimos como en una pecera con agua, que es la tecnología que usamos en este momento. Como no somos concientes de eso, porque parte de la condición de la hipertrofia o del desarrollo de una capacidad es el adormecimiento del miembro extendido, él hablaba de la extensión de capacidades, los medios tecnológicos como prótesis.
La condición para usar una prótesis es que el medio extendido esté adormecido. Necesariamente, nuestro cerebro, cuando incorpora una nueva herramienta la naturaliza. La crítica negativa desconoce esa naturalización y piensa que podría abstraerla, cuando no es posible. En cambio, lo más interesante es preguntarnos, haciendo un salto de conciencia, diciendo: esto que utilizo todos los días, que me facilita tantas cosas ¿qué otros efectos negativos pueden tener?
Hablás también del paso del aspecto tribal, que es multisensorial, al paso de lo unisensorial en la expansión de la lectura tradicional y lineal, con el desarrollo del ojo y su visión, lo que ha dado paso al racionalismo, y que en la actualidad está habiendo una vuelta a esa tribalidad multisensorial.
Eso lo plantean muchos autores, como McLuhan, que hablan de la reducción del oído al ojo para marcar el paso de la oralidad tribal a la cultura escrita. Walter Ong habla de una segunda oralidad cuando sostiene que recuperamos ciertas características o condiciones que teníamos antes. Incluso hay muchos que hablan de la Imprenta como un empobrecimiento cultural, aunque parezca mentira y uno se sorprenda de escuchar o leer eso. Pero lo cierto es que la realidad es multisensorial, multisecuencial, multilineal. Cuando uno sale a la calle se da cuenta de que pasan muchas cosas en simultaneo.
El discurso escrito, la escritura, representó una ordenación de eso en una linealidad. Un relato es lineal, inevitablemente en el escrito. La escritura impuso la linealidad y la jerarquía. También el copyright, la propiedad sobre el texto, la idea de autor. Ahora, lo que estamos viviendo, yo lo veo en términos optimistas, aunque la industria lo vea con mucha preocupación porque ellos lo ven, obviamente, a través del modelo de negocio; ahí se mete la economía, el capitalismo y el consumo. Pero estamos recuperando el aspecto colectivo de los relatos, por así decirlo. Por ejemplo, la Ilíada y la odisea era un libro oral, que en algún momento se cristalizó y se fijó en una versión escrita, pero antes era oral y no había una propiedad sobre lo oral, los relatos pertenecían a las tribus, a la gente, al pueblo.
La Imprenta, siguiendo con la televisión y ahora con Internet y la industria editorial, le han sacado los relatos al pueblo y se la dio a la industria, y ahora vos tenés que pagar para consumirlo. Lo que vivimos actualmente es una crisis de ese concepto de propiedad sobre los relatos y, por ejemplo, la cultura participativa, la narrativa transmedia, el copyleft, donde la gente participa agregando cosas, en este caso a los relatos, genera una situación de paradoja, la cual la industria asume, por ejemplo, en esa forma en red de las redes sociales, donde sin embargo la gente se apropia de modos impensados, por ejemplo, la piratería, los creative commons, el sistema de opensource en el caso del software. Todo eso convive con Microsoft, Apple.
Acá lo interesante no es tanto lo que pasa con los medios y su modelo de negocio sino lo que pasa con los usuarios y su uso de las redes, que es más desordenado, anárquico y que a veces es difícil de dimensionar, porque solemos quedarnos solo con algunos aspectos y la mirada de los medios tradicionales sobre estos nuevos medios, que generalmente es negativo, porque en las noticias que aparecen en los medios tradicionales todavía persiste una mirada negativa.
Por ahí nos vamos, justamente, a esta mirada negativa, pero hay como una sensación de que lo que aparece en las redes es “la verdad”, y a esto se suma el nuevo caso de la “fake news”, ¿qué pensás de eso?
Es interesante, porque antes uno decía: “lo vi en la televisión” donde la televisión otorgaba el carácter de verdad. Esa cosa positivista de ver la prueba, porque estaba en la pantalla, aunque sabemos que no es así siempre. Hoy pasa que los medios pasan cosas como verdad que trajeron de las redes. Ahora, lo que sucede en las redes es que hay como distintos niveles de legitimación: las de los medios tradicionales, aún en las redes, la da el mismo medio en su carácter de broadcast, es decir, la empresa periodística con su línea editorial, por ejemplo, grupo Clarín versus la línea editorial de Página 12, entonces uno va a ese medio y la verdad es lo que nos cuenta ese medio, donde esa legitimidad la da una cierta profesionalidad.
Con los usuarios, la legitimidad pasa por la comunidad, por la viralidad, concepto bastante problemático, y lo que se ve es que la fake news circula porque la gente, ante la sobreinformación, comparte sin leer y sin profundizar. Hay un problema que tenemos, y es que la forma de lidiar con eso es sacándonos la información de encima, haciendo circular, compartiendo. Y uno ve gente que está formada que comparte sin criterio. Llama mucho la atención. Si uno no está atento, sabiendo que las redes en las que uno está invitan constantemente a un consumo tan rápido y frugal, superficial, puede cometer esos errores.
Por otro lado, está el algoritmo. Lev Manovich dice que el software toma el control, que el software es nuestra interface con el mundo, “no consumimos medios sino performances de softwares”, uno accede a través de un algoritmo a un feed que recuerda lo último a lo que vos hiciste clic y te devuelve una experiencia personalizada, de acuerdo a una programación hecha por ingenieros en programación en Silicon Valley, California, EE.UU. de acuerdo a tu perfil de usuario y a lo que los medios van publicando ya teniendo en cuenta ese algoritmo donde nos deja en un lugar muy condicionado, situación a la que algunos autores llaman “la burbuja del filtro”, donde uno tiene cada vez más fuentes de información pero se maneja con dos o tres fuentes o criterios que son lo que se acuerda el algoritmo según tu costumbre e intereses. Eso sirve para las películas en Netflix, para comprar en eBay o en Amazon, pero nos mete en esa burbuja frente a la posibilidad que hoy tendríamos para informarnos. De hecho, esto se comprueba con la última campaña electoral en EE.UU. en la que se comprobó que la burbuja de seguidores de Trump no tenía conexión alguna con la burbuja de seguidores de Clinton.
Bauman decía que en las redes sociales no se establecen conversaciones porque conversar es hablar con el que piensa distinto, y de algún modo, las redes con sus algoritmos, nos van condicionando para que nos relacionemos con los que piensan como nosotros. A eso hay sumar la mala predisposición de la gente a dialogar. Yo lo veo mucho al observar las discusiones o los debates de los distintos usuarios en las redes, cuando alguien intenta pasar la grieta y proponer un diálogo, inexorablemente lo hacen caer, porque no hay una búsqueda del diálogo sino una búsqueda de la autoafirmación. Si alguien hoza mínimamente cuestionar un aspecto quizá colateral, ni siquiera central, nos sentimos heridos en nuestro ego, pensamos que el otro nos quiere destruir, nos quiere agraviar. Y la respuesta es: “vos decís eso porque lees tal o cual medio”. Esa es la falacia de atacar a quien lo dice y no a lo que se dice. Estamos, potencialmente, en un momento donde la tecnología nos permitiría conversar, pero no lo queremos hacer. No nos queremos encontrar con el otro. La alteridad es meramente discursiva.
¿Eso se da porque el otro no está presente?
Hay algo de eso. Los primeros estudios sobre la vida digital, sobre los juegos de roles en Internet en los años 80’/90’ daban cuenta de lo que era estar frente a una pantalla y asumir distintos roles, jugar y experimentar con la personalidad, y algunos autores hoy hablan de las redes sociales como una experimentación de la personalidad. Para los adolescentes, por ejemplo, las preguntas centrales son ¿cómo soy? ¿Cómo me veo? ¿Cómo me ven los demás? ¿Quién soy para los demás? Y las redes sociales son como un experimento impresionante para adolescentes en cuanto a estos interrogantes. Publicás esto o aquello y te fijás si tenés likes o no, me pongo tal o cual ropa, pongo este o aquel filtro y veo qué pasa, cuál es la respuesta de los demás. Se exacerba la búsqueda de validación social. Siempre estuvo eso, pero en la mediación de la pantalla asume otra dimensión, otra realidad.
Sin embargo, vuelvo sobre la invitación a la mirada optimista. La mirada negativa también estuvo sobre la lectura misma, hoy tan valorada culturalmente hablando. Quiero leerte un pasaje del libro donde hago una especie de repaso de la historia de la lectura, para que se note la mirada de fines del siglo XVIII sobre ese fenómeno, sobre todo la novela, que era el género más criticado.
Decía Rudolf Gottlieb Beyer: “Los hombres y mujeres que leen libros, que se levantan a la mañana con un libro en la mano y se van a dormir también con un libro, que se sientan a la mesa con él, lo tienen a su lado en el trabajo o lo llevan consigo en las caminatas y no pueden separarse de él hasta haberlo terminado, pero apenas han devorado la última página ya están buscando ávidamente donde hallar el próximo. Y lo engullen con voracidad. No hay fumador ni aficionado al café, no hay bebedor de vino ni jugador que tenga por su pipa, su botella, su juego o su café, adicción tan intensa como el lector hambriento de libro”.
Eso se decía de los libros. Si uno cambia las palabras podría decir celular, videojuego y es lo mismo. Si uno ve la historia de la lectura, la cultura más letrada del siglo XIX fue Alemania, donde apareció el nazismo, entonces tampoco es que la lectura te evita males como esos. Por ser más inteligente no necesariamente se es mejor persona.
Acerca de las formas de la lectura
¿Se lee más ahora que cuando el medio hegemónico era el libro en papel?
Sí. Se lee más pero distinto. También escribimos mucho más. WhatsApp es un promotor de la escritura. Una escritura no canónica, porque no respeta necesariamente las reglas ortográficas. Si nos ponemos en esa óptica también vamos a tener una mirada negativa. Pero es increíble que un aparato inventado para hablar verbalmente lo usemos más que nada para escribir o para leer.
¿Más es mejor?
No necesariamente. Esta es una pregunta que tiene que ver con la última parte del libro, que es la parte educativa. Tenemos que aprender a leer. O sea, tradicionalmente la escuela fue el medio para la alfabetización lecto/escrita. Ahora, la educación debe agregar la alfabetización transmedia, o sea, aprender a leer, entre comillas, también consumir y ver multiplicidad de contenidos mediáticos en múltiples dispositivos, de acuerdo con las distintas funciones.
También eso implica la producción. No es solamente el consumo. Es decir, parte del alfabetismo transmedia es aprender a lidiar con la multiplicidad y la sobreabundancia de la información. Porque es un desafío de nuestro tiempo. Hace cien años, por ejemplo, toda la información a la que accedías en toda tu vida podía ser almacenada en una edición normal de un diario de mediados de siglo. En la actualidad la cantidad de información que circula exceda absolutamente toda capacidad humana de lidiar con esa información, entonces más no es mejor, en ese sentido. De hecho, más puede ser peor, porque a través de estos algoritmos de los que hablábamos antes, que filtran la información, te puede dejar en aquella burbuja informacional engañosa en la que podés terminar siendo terraplanista. Hoy más que nunca es necesaria una lectura crítica de los medios: ¿Qué leemos? ¿Cuándo? ¿Qué medio me lo dice? ¿Cómo me lo dice? ¿Cuál es el mensaje?
Tanto con la información como con las tecnologías con las que accedemos a ellas, es necesario mantener una sana coevolución, no cederle ni a los medios ni a las tecnologías nuestra capacidad de pensar, que nos ayuden a pensar, no que piensen por nosotros. Un equilibrio entre lo que yo hago, con mis capacidades humanas, y lo que la tecnología me provee a mí para que yo haga.
¿Qué implica o qué sería necesario que suceda para que podamos desarrollar este pensamiento crítico del que venimos hablando?
Esa es la mejor pregunta. Yo tengo fe en la educación. Es la herramienta. Por eso el sistema educativo debe incorporar el pensamiento crítico sobre las tecnologías, como lo fue en su momento el alfabetismo mediático, que lamentablemente luego fue muy marginado en el sistema educativo, en general. Los medios fueron vistos como amenaza o como un género menor, por ejemplo, por el tema de la imagen, y eso hizo que nos perdamos una gran oportunidad de incorporar la televisión en las escuelas. No en términos de “veamos Tinelli”, o sí, veamos Tinelli y critiquemos lo que representa como criterio de ser en el mundo, por nombrar a uno, aunque puedan ser divertidos, pero ahí entramos también en el tema de cómo busca sobrevivir la televisión, en la que hay como una hiper estupidización del formato en vivo para competir con el “on demand”. Es llamativo que haya tantos programas como el juego del millón. Aunque los conductores sean muy buenos. Hay como un desprecio del lo espectacular del medio como la televisión hacia lo cultural. Lo cultural está mal visto en la TV, es tenido en cuenta como aburrido.
Volviendo a la pregunta. Lo central es la educación, sabiendo que es muy difícil, por la situación económica, la cuestión de los docentes con su desmotivación para formarse, que queda muy limitado a una cuestión personal y no a una situación laboral sana en la que todo lleve a que los docentes estén cada vez mejor capacitados, porque están muy exigidos, trabajando en varios lugares a la vez, teniendo que convencer a 40 pibes que están en un lugar en donde no quieren estar, además del mandato social de que los tenés de divertir y enseñar a vivir en este mundo hiper complejo, con pocas herramientas, porque no se las dan muchas veces. Y si está en un colegio privado le sumás la variable de que “vos sos mi empleado y tenés que atenderme bien a los pibes”, un mundo hiper individualizado. Es muy difícil, porque la situación no ayuda a eso. Pero creo que la salida es por la educación. El mercado no va a educar a usuarios responsables, al menos no porpor ahora, porque forma consumidores, no usuarios críticos.
Se logra en las escuelas con proyectos institucionales sostenidos en el tiempo, con formación intrainstitucional, o sea, con docentes que estén en la institución y que formen a sus colegas, y no con el especialista que viene de afuera a dar una charla. Eso no resuelve nada, eso responde a una inquietud que tienen los docentes, que es loable, pero es necesario reconocer las capacidades que hay en el cuerpo docente, porque las hay, con docentes jóvenes inquietos que buscan aprender todo el tiempo, o docente con más experiencia que pueden transmitir a otros lo vivido y aprendido. La escuela es la que debe generar ciudadanos críticos, con el docente como medio, que generen un espacio de diálogo, sabiendo que los jóvenes muchas veces son más críticos que los adultos, pero la madurez la aporta el docente.
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NOTAS:
[i] Francisco Albarello es Doctor en Comunicación Social por la Universidad Austral. Licenciado en Comunicación Social con orientación en Periodismo por la Universidad Nacional de la Plata. Postgrado en Educación a distancia a través de redes digitales y recursos de Internet por la Universidad de Murcia (España). Docente con dedicación semiexclusiva en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, donde se desempeña como profesor en grado y posgrado y edita la revista académica Austral Comunicación. Profesor adjunto de la cátedra "Educación y tecnologías de comunicación e información" para la carrera de Educación en la Universidad Nacional de San Martín y la Licenciatura en Enseñanza de las Ciencias Audiovisuales de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) dependiente del INCAA. Docente del Seminario Periodismo Escolar en Internet en la Maestría en Educación, Lenguaje y Medios de la Universidad Nacional de San Martín. Desde el 2003 hasta el 2010 coordinó el proyecto Periodismo Escolar en Internet para el portal EducaRed (Fundación Telefónica). En 2011 y 2012, Coordinador del Módulo Periodismo 1 a 1 del Proyecto Escuelas de Innovación, Programa Conectar Igualdad. Actualmente coordina el proyecto Periodismo Escolar en Internet
(www.periodismoescolar.org.ar).