¿Qué es el Amor?
Cuando mencionamos la palabra “Amor”, en general la utilizamos para referirnos a eros, ese amor donde se juega esencialmente lo carnal. Sin embargo C. S Lewis ya explicó en su libro “Los cuatro amores” que eros es sólo uno de los tipos básicos en que se presenta el Amor. Las otras tres formas del Amor serían el afecto, la amistad y la caridad.
Ya en la antigüedad, el filósofo Empédocles descubre que el Amor es uno de los motores fundamentales que guían a las personas en este mundo. En efecto, se trata de un principio que une en la naturaleza los cuatro elementos generadores de vida.
En tanto, por su parte Aristóteles nos ilustra sobre el tema analizando la amistad, una de las manifestaciones del amor según Lewis. El filósofo se refiere a la amistad como una fuerza que se divide en tres formas a saber: La amistad útil, es decir aquella que se sustenta en el beneficio mutuo de las personas involucradas y que termina cuando esos beneficios desaparecen; la amistad basada en el placer que es propia de los jóvenes en la que la piel juega un papel determinante y que suele terminar cuando los gustos cambian; y finalmente la amistad basada en el bien, a ésta última la considera superior pues la comparten aquellos que ven lo bueno y virtuoso de la existencia por lo que suelen durar toda la vida.
De cualquier manera, el Amor es una de las fuerzas universales más grandes, existe por sí mismo, independientemente de las personas u objetos en los cuales y a través de los cuales se manifiesta. Su fluir es siempre libre. Se hace patente en todos los sitios en los que encuentra una posibilidad de expresión, en todos los lugares donde hay una receptividad. Parece que no amamos a quien elegimos, sino sólo a quien eros nos ha asignado.
Lo que nosotros llamamos Amor, pensando que es algo personal o individual, no es más que la capacidad de recibir y de manifestar esta fuerza universal que denominamos Amor y se presupone que debe ser inconsciente. Sin embargo esta fuerza universal no es inconsciente; por el contrario, es un poder soberanamente consciente. Conscientemente busca la manera de manifestarse y su realización sobre la Tierra; conscientemente elige sus instrumentos, despierta a sus vibraciones a los que son capaces de una respuesta, intenta realizar en ellos su fin eterno, y cuando el instrumento se muestra incapaz de expresarlo, lo abandona y se dirige hacia otro.
Los hombres creen que se enamoran súbitamente; ven su Amor nacer, crecer y desaparecer, o bien durar un poco más en los que son más adaptados a la prolongación de su movimiento. Pero en todo caso, la sensación que tienen de una experiencia personal, que les pertenece como algo propio, es una ilusión: no es más que una ola en el océano infinito del amor universal. Siempre que, en una historia de Amor humano, ha existido aunque sea un sólo átomo de Amor puro y se le permitió manifestarse sin demasiadas deformaciones, nos encontramos ante algo bello y verdadero.
Lo verdaderamente importante es amar, porque el Amor es una experiencia esencialmente humana en la que los individuos, al margen de la felicidad o el dolor que puedan alcanzar, obtienen un conocimiento de sí y de los otros que no se puede conseguir por otros medios.
El Amor puede proporcionar felicidad o dolor precisamente porque la reciprocidad no es una condición para que se desarrolle. El que ama no reclama para sí el requisito previo de ser correspondido, no hace depender su Amor de la respuesta.
La belleza del Amor
El Cardenal Carlo María Martini en su libro "¿Qué Belleza salvará al mundo?" comenta un pasaje de la novela "El Idiota" de Fedor Dostoievski: Se refiere a la pregunta que el autor ruso pone en labios del ateo Hippolit dirigida al protagonista principal de la novela, el Príncipe Myskin:
"¿Es verdad, príncipe que dijisteis un día que al mundo lo salvará la belleza? Señores -grito fuerte dirigiéndose a todos-, el príncipe asegura que el mundo será salvado por la belleza... Y yo por mi parte aseguro que si se le ocurren esas ideas es porque está enamorado. ¿Qué belleza salvará al mundo?", repite Hippolit, el príncipe fijó en él los ojos y no respondió nada, igual que un día Jesús el Nazareno, ante Pilato, no había respondido más que con su presencia a la pregunta "¿qué es la verdad?" (jn 19,38). Parece -prosigue Martini- como si el silencio de Myskin -que con infinita compasión de Amor se encuentra junto al joven que se está muriendo de tisis a los dieciocho años- quisiera decir que la belleza que salvará al mundo es el Amor que comparte el dolor”[1].
Si lo importante es amar, entonces de acuerdo con Martini se puede afirmar que “la belleza no es posesión, es don, y como tal se debe dar y no retener"[2]
La belleza es en cierto sentido la expresión visible del bien
La verdadera belleza suele ser negada donde parece triunfar la violencia y el odio, pero la belleza también es negada donde no hay alegría.
Platón lo explica en la República a través de Sócrates cuando expone que el bien es la verdad suprema y se identifica con lo divino, Glaucón, su joven oyente, responde: "Extraordinaria es la belleza que le atribuyes. Si se produce la ciencia y la verdad y es todavía más hermoso que ellas”[3]
El Amor en el diálogo "El Banquete"
El Banquete es el diálogo más importante de Platón en torno al concepto del Amor. Los comensales del banquete han acordado dedicar su encuentro, en parte, a realizar discursos sobre el dios eros. El texto se transforma así en una serie de discursos sobre el Amor que van desde lo más superficial a lo más profundo, destacándose el discurso final de Sócrates que nos entrega el pensamiento de Platón al respecto.
Reunidos en casa de Agatón, están Fedro; el médico Erixímaco; el poeta cómico Aristófanes y otros invitados. Tras poner ciertas condiciones para no caer en el exceso de libaciones y mantener la sobriedad y moderación gastronómica, comienzan a exponer sobre el tema propuesto. Cada exposición muestra el carácter, la profesión y el pensamiento de los discursantes.
Erixímaco habla desde la visión del médico, Aristófanes tiene la elocuencia de un cómico ocultando detrás de sus palabras, aparentemente inocentes, profundos pensamientos; Agatón se expresa como un poeta; Fedón habla como un joven cultivado por la filosofía; Pausanias, como un hombre maduro al que la edad y la filosofía le enseñó lo que aún no saben los más jóvenes. Por último, después de todos, Sócrates discurre con el lenguaje de un sabio inspirado.
La teoría del Amor, en "El Banquete", se encuentra íntegramente con la intervención de Sócrates, quien en su elogio, plantea que el Amor es filósofo.
El primer discurso es el de Fedro quien señala que eros es la divinidad más antigua. Eros, según él, hace que los hombres sientan vergüenza y ambición, además, que el influjo de éste en los hombres es mayor que cualquier otro sentimiento, ya que su poder impulsa a grandes acciones, como cuando el amante muere por su amado. En su presencia los amantes se abstienen necesariamente de toda vileza y cobardía, afirma. En suma, eros sería desde esa perspectiva una fuerza inspiradora de acciones elevadas.
El segundo discurso corresponde a Pausanias, quien distingue entre dos tipos de eros, cada uno de los cuales sigue a una Afrodita distinta: Afrodita Pandemos y Afrodita Celestial.
El eros de Afrodita Pandemos hace referencia al Amor homosexual. Hay un cierto acuerdo general entre los asistentes respecto de la bondad de las relaciones homosexuales y sus efectos positivos. "Es importante señalar que la homosexualidad estaba instalada entre las clases altas e intelectuales atenienses, sin embargo esa conducta no parecía interferir en las relaciones heterosexuales y tampoco significó un obstáculo para la institución matrimonial o familiar"[4].
En tanto, el eros de Afrodita Celestial es propio de hombres que buscan la perfección moral. Quien está bajo el influjo de este eros, busca una relación permanente para la educación física y la filosofía, así como educar a su amado en la sabiduría y el valor.Esta distinción entre los dos eros demuestra que este discurso está pronunciado con un discernimiento más profundo y con una conciencia más elevada que la del primer discurso.
El tercer discurso es del médico Erixímaco quien -aceptando la distinción de Pausanias- sostiene que no sólo los hombres poseen un doble eros, sino también todas las cosas. Basándose en la medicina, Erixímaco señala que los cuerpos poseen este doble eros o deseo y que es justo consentir a los buenos deseos que se identifican con el Amor denominado celeste. Según Erixímaco es labor del profesional médico saber cuáles son dichos buenos deseos. Asimismo, para otorgar un mejor orden a las cosas -desde lo humano y lo divino hasta las estaciones y los climas- debemos estimular los deseos que nos conducen a la piedad y a la justicia.
Donde quiera que hay armonía y ritmo cabe hablar de la presencia del Amor. Tal es -grosso modo- la interpretación que Erixímaco hace de eros. En ella el significado de eros resulta ampliado al identificárselo con una fuerza universal de la naturaleza. Ciertamente el discurso de Erixímaco es más profundo que los anteriores, aunque peque de algún grado de arrogancia profesional.
El discurso siguiente desarrolla una fantástica concepción antropológica y le pertenece a Aristófanes. Éste nos dice que, primitivamente, existían tres tipos de seres humanos, los cuales tenían sus órganos duplicados. Unos eran machos; otros, hembras y, finalmente estaban los andróginos. Estos seres primitivos habrían conspirado contra los dioses, y puesto que Zeus no podía destruir la raza humana, dado que ésta era la que adoraba a los dioses, partió en dos a los seres primitivos en castigo por su conspiración. Desde entonces los seres humanos buscan su otra mitad.
Cada mitad de un hombre y mujer primitivos se entregan a la homosexualidad en busca de su otra mitad, en tanto que, la mitad del andrógino se entrega a la heterosexualidad en busca de su otra mitad. Aristófanes en su discurso describe al eros como un deseo apasionado por algo que es afín a nuestra naturaleza y la complementa. Ciertamente aquí Aristófanes confunde Amor con instinto sexual. Sitúa en un mismo nivel el Amor homosexual y el Amor heterosexual.
El próximo discurso es de Agatón, quien critica a los demás por no haber descrito, según él, la verdadera naturaleza del eros. Su discurso utiliza bellas palabras, pero sin mucho control del significado de ellas. Para él, eros posee un sinfín de virtudes tales como la belleza, la ternura, la juventud, el valor, la moderación, la sabiduría y la justicia. Agrega, además, que eros es el más grande de los poetas, porque es quien inspira la poesía. El Amor habitaría en las almas de los hombres, siendo ajeno a toda violencia y derramando todas las bendiciones.
En síntesis, podemos decir que Agatón piensa que el éros está siempre ocupado de la belleza y vive en las almas de los hombres, lo cual, no es poco decir. Sócrates, además, intentará fundamentar lo dicho por Agatón en el discurso que sigue.
El discurso de Sócrates puede ser considerado como el pensamiento verdadero de Platón acerca de la naturaleza del Amor. La afirmación fundamental es que el Amor es una forma de necesidad que tiene una meta y su relación con esta meta es de deseo, de exigencia. Afirma que el Amor anhela siempre lo bello y lo bueno y, por tanto, no es ninguno de éstos sino algo intermedio entre lo bello y lo bueno. Tampoco el Amor puede ser considerado un dios, porque si fuera un dios no amaría, puesto que en un ser perfecto es imposible que haya anhelo, deseo o pasión.
Por lo mismo, el Amor es un ser entre mortal e inmortal, es decir, un espíritu o daimon, un ser intermedio que completa y mantiene conectadas a todas las cosas. Platón aclara: "Un dios no puede mezclarse con el hombre, pero a través de eros se lleva a cabo toda relación y diálogo de los dioses con los hombres, despiertos o en ensueño”[5].
Más precisamente, eros tiene por padre a Poros (Riqueza) y por madre a Penía (Pobreza). Del primero heredó su tendencia a acaparar lo bueno y lo bello, su valentía, su atractivo y poder, su astucia, su anhelo de sabiduría; de la segunda, su falta de bienes, su rudeza, su indigencia.
Así, resulta que eros es filósofo, porque no es ignorante ni tampoco sabio. Pero no sólo esto sino también bello, porque la meta real del Amor es la belleza, la cual, según Platón no es diferente del bien. Esto significa que el Amor busca la felicidad, es decir, la posesión del bien, al cual tiende todo el género humano. Éros busca la creación en la belleza, tanto en el cuerpo como en el alma. Platón nos dice que eros ha de desear la inmortalidad juntamente con lo bueno, si es que desea poseer el bien para siempre. La inmortalidad es, pues, el objeto de eros[6].
El Amor, origen de la virtud y del deseo
En "El Cantar de los Cantares", uno de los libros del Antiguo Testamento, considerado “el más hermoso de los cantos”, se describe y se ensalza el Amor apasionado de una pareja. Los amantes sienten un deseo mutuo y se regocijan en su intimidad sexual. La amada le dice a su amado:
"¡Que me bese ardientemente con su boca! Porque tus amores son más deliciosos que el vino (Cantar de los Cantares 1.1,2).
El amado desea encontrarse con su amada, la busca y la llama durante todo el poema: "Levántate, compañera mía, hermosa mía y ven para acá, paloma mía. Acaba de pasar el invierno y las lluvias ya han cesado y se han ido. Han aparecido las flores en la tierra, ha llegado el tiempo de las canciones, se oye el arrullo de la tórtola en nuestra tierra. Las higueras echan sus brotes y las viñas nuevas exhalan su olor. Levántate amada mía, hermosa mía, y ven. Paloma mía, que te escondes en las grietas de las rocas, en apartados riscos, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz, porque tu voz es dulce y amoroso tu semblante" (Cantar de los Cantares 3.2,10 -14).
Se suele escuchar que el Amor es la inclinación del alma hacia un objeto o persona. Por lo general se afirma mediante frases hechas, por ejemplo: “amo la ciencia”, “por Amor al arte”, “por Amor a la vida”, etc. Entonces el Amor parece que sucede cuando un determinado objeto/sujeto es presenciado y procesado por nuestra mente. Se podría decir que las propiedades que conforman el objeto/sujeto es lo que despierta el Amor, el deseo...
El Amor es un misterio
En respuesta a Agatón sobre si el Amor carece de belleza, Sócrates introduce el discurso de una mujer de Mantinea llamada Diotima, a quien había escuchado hablar y que, según el filósofo, no sólo era sabia en cuestiones del Amor, sino en muchas otras.”[7]
Esa mujer fue su maestra en las cosas del Amor y se propuso repetir el discurso que le pronunció sobre la materia: En un diálogo consigo mismo, Sócrates va desgranando el planteo de Diotima sobre el Amor. Al igual que Agatón antes, Sócrates sostiene frente a la mujer que el Amor era un gran dios y que tenía por objeto las cosas bellas. Diotima fue refutando los argumentos de Sócrates.
Con estos argumentos:
”Lo contrario a la belleza en este caso no es la fealdad y lo que no es sabio no necesariamente debe ser ignorante. Diotima propone un intermedio entre la sabiduría y la ignorancia. Lo que no es bello, no tiene que ser feo, ni lo que no es bueno, malo, de la misma manera en lo que atañe al Amor se debe creer que si no es bello y bueno sea feo y malo, sino algo intermedio entre estos dos extremos”.
Según Diotima, la procreación carnal no es la única manifestación de eros, aunque suele ser tomada como la única. "Éstos son los misterios del Amor, Sócrates, en los que incluso tú pudieras iniciarte”.
El personaje de Diotima es enigmático y ha llamado la atención por el hecho de que sea una mujer la que señala a Sócrates el camino hacia el plano ideal y en especial hacia la idea de belleza. Más allá de las cuestiones de historicidad, es claro el concepto que Platón tiene de la mujer, en efecto, la sacerdotisa será la encargada de guiar a Sócrates por los caminos de éros.
Conclusión
Los griegos se sirvieron de tres palabras para designar tres tipos diferentes de Amor:
1) Eros del cual ya comentamos que es la falta y la pasión amorosa, es el Amor que toma y quiere conservar.
2) Philia se trata del Amor a lo que tenemos o el Amor que según Aristóteles es alegrarse, en este caso amamos lo que no nos falta, aquello que gozamos, la dicha de pareja, los amigos, aquello que compartimos y eso nos alegra. Según esta definición este tipo de Amor (philia) no es nunca desdichado.
3) Ágape es un término que aparentemente no fue utilizado por Platón en sus textos.
Unos tres siglos y medio después de la muerte del filósofo, Jesús comenzó a decir cosas sorprendentes para su época: "Dios es Amor", "amar al prójimo como a sí mismo", "amar al enemigo", etc. Las palabras eros y philia no servían para definir este tipo de Amor. Es así que los primeros discípulos de Jesús popularizaron un neologismo forjado a partir del verbo (agapan: amar) esto dio ágape, término que los latinos traducirán por cáritas, se trata del Amor al prójimo, aunque sea nuestro enemigo, es el Amor según Jesucristo. Son tres grados del Amor, los tres son necesarios.
La teoría de las ideas de Platón nos explica que las cosas sensibles que vemos no son más que sombras de la gran realidad, de la esencia de las cosas, que están en el mundo de las ideas. Así que tanto el conocimiento como la inclinación, tienen que dirigirse a los prototipos, no a sus copias. Más aún: nuestros sentidos y nuestra mente han de usar las cosas como trampolín para llegar a las ideas.
El Amor idealizado o “platónico” sería entonces el de aquel que considera que sus sentidos no son capaces de percibir toda la perfección del objeto amado, y que ha de guiarse por los ojos del alma, que le ponen en contacto con la misma esencia, con el Amor por excelencia.
¿Por qué renunciar a los amores más ideales, si podíamos vivir en ellos del mismo modo que se vive un sueño? Es que la ilusión es como la ambrosía: mantiene siempre encendido el deseo y la esperanza y ennoblece la vida. Si podemos idealizar la realidad en que vivimos, si cada uno puede tener para sí el más sublime y perfecto Amor, ¿por qué íbamos a renunciar? Esa es la esencia del Amor platónico: la disposición a idealizar al ser amado como encarnación del Amor.
Es la ilusión de tener cada Quijote su Dulcinea, y cada Dulcinea su Quijote. De esta manera, el Amor no queda tan sólo en contemplación, sino que también es acción. Cuando una Juana Pérez sabe que es tenida por Dulcinea, se metamorfosea en Dulcinea. Y cuando un Alberto González se sabe visto como Quijote, es muy capaz de convertirse en tal. He ahí el hechizo, la virtud de infundir y recibir belleza.
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Notas:
[1] ¿Qué Belleza salvará al mundo? Introducción, Páginas 11 y 12. Ed.: Verbo Divino
[2] Ídem. p. 43
[3] República, Platón, Páginas, 432 y 433 (508e y 509b). Ed. Eudeba
[4] El Banquete. Editorial Altamira. Colección de filosofía dirigida por Mario Casalla. Pag.: XXX - XXXI
[5] Idem. 202e, páginas 58 y 59
[6] Idem. 206e, página 66
[7] La historicidad de Diotima ha sido discutida. Algunos historiadores opinan que es un personaje ficticio introducido por Platón en el diálogo por motivos literarios. El Banquete. Ed. Aguilar. 201d, página 87
Bibliografía:
Platón. El Banquete. Colección de filosofía dirigida por Mario Casalla, traducción Luis Gil, editorial Altamira, Buenos Aires, año 2002.
Platón. República, (versión corregida). Traducción directa del griego por Antonio Camarero, editorial eudeba, Buenos Aires, año 2003.
Poema Cantar de los Cantares, autor desconocido según la Biblia "El Libro del Pueblo de Dios". Censor: Pbro. Luis H. Rivas, ediciones paulinas, Madrid, España, febrero de 1992.
Carlo María Martini. ¿Qué Belleza Salvará al Mundo?. Carta pastoral 1999-2000. Editorial Verbo Divino, España, año 2000.
André Comte-Sponville. Invitación a la Filosofía. Título original "Présentations de la philosophie". Traducción de Vicente Gómez Ibáñez. Editorial Paidós, Buenos Aires, año 2004.
Fedor Dostoievski. El Idiota. Traducción de Alex Shantytown, ediciones Libertador, 1ª edición, Buenos Aires año 2004.