top of page
Paula Lérmontov

La re-forma de las Emociones. Una reseña del libro "La política cultural de las emociones"


A Sara Ahmed no le preocupa tanto qué son las emociones, como el hecho de ¿qué hacen las emociones? ¿por qué? Porque plantea que las emociones moldean las superficies de nuestros cuerpos. Cuando sentimos amor, miedo, odio, angustia, no es algo que nos pasa de forma aislada ni privada, pero tampoco está tan afuera entonces, ¿dónde están las emociones? ¿podría haber territorio, espacio fijo para la afectividad?

Hay dos vertientes generales en filosofía para empezar a pensar este problema. Una de ellas corresponde a los pensadores que afirmaron que las emociones se vinculan a las sensaciones corporales, como es el caso de Hume por ejemplo. La otra, refiere a quienes vincularon las emociones a la cognición como Aristóteles. Sin embargo, para no perder la costumbre filosofante de detectar una polaridad para hacerla confluir en su superación, hay quienes sostienen que pueden darse las dos cosas al mismo tiempo: ser las emociones aquello vinculado a las sensaciones corporales y a la cognición. En su última obra, “Las pasiones del alma” Descartes parece sugerir esta tercera vía, aunque se deriva de un parágrafo un tanto oscuro.

Descartes dice que: "no amamos y odiamos porque los objetos sean buenos o malos sino porque parecen ser benéficos o dañinos". Esto quiere decir que no está en la naturaleza de los objetos el producirnos algo, no poseen los objetos de por sí propiedades causales, sino que hay algo que leemos, evaluamos, pensamos al mismo tiempo que se ha sentido con el cuerpo. Lógicamente parece absurdo que justamente el “padre” del mayor quiebre moderno occidental de mente y cuerpo esté diciendo que las emociones sean el camino para la articulación. Pero más allá de las especulaciones de lo que realmente puede rastrearse de este fragmento, la idea le sirve a Sara para pensar ¿entonces, por qué hay discursos que le atribuyen a los otros ser la fuente o la causa de nuestros sentimientos? (como el famoso vos me pusiste así o vos provocaste esto).

Esta postura de Ahmed extraída del análisis cartesiano, se complementa con la idea de intencionalidad de Elizabeth Spelman que sostiene que las emociones son relaciones en tanto involucran reacciones o relaciones de acercamiento o alejamiento respecto a los objetos (objetos incluye la idea de “otro”). Ahora, estos contactos tienen una historia que no está disponible ahora- en el presente- pero que tiene que ver con todas las impresiones que se han suscitado “para alguien” en tanto puedo ser yo o no. Incluso ese objeto con el que me contacto, puede existir en el presente o no, ser parte de mi imaginación o ser un recuerdo.

Hay formas afectivas que siguen vivas porque han dejado sus impresiones y eso es lo que nos “orienta hacia”, como si nuestros cuerpos ya moldeados y moldeadores de otros cuerpos, actualizaran cada vez que entran en contacto, determinadas impresiones que se despliegan histórica y culturalmente.

Para que sea más claro, Sara propone un ejemplo de una niña que teme a un oso cuando nunca antes ha visto un oso, “el miedo no está en la niña y tampoco en el oso sino en cómo se ha historizado este contacto”.

¿Qué quiere decir esto? Que las emociones además de haberse vinculado a la cognición y a lo corpóreo, también han estado atadas a lo subjetivo como es el caso de la perspectiva psicologicista que considera que las emociones son algo interior: yo me siento así, etc. como si este sentir de ahora fuera solo mío y me perteneciera; y, por otra parte, a lo social que es la perspectiva sociologicista dónde las emociones son colectivas y es entonces la multitud la que me lleva a sentir algo. Este último punto de vista muchas veces es acusado de ser inauténtico o un engaño. Aparece este planteo en la “Psicología de las multitudes”, donde se sostiene que somos arrastrados, contagiados por una masa que además es considerada irracional por fomentar la emotividad.

Para Sara, no es ni una cosa ni la otra, no es que las emociones provengan de adentro pero tampoco de afuera sino que las emociones crean el adentro y el afuera. Forjan los límites entre el adentro y el afuera, la superficie que contornean los cuerpos, construyen la diferenciación entre el yo y el nosotros.

Ahora, retomando la pregunta por el espacio de las emociones, la autora dice que las emociones habitan en espacios de intensidad. Esto significa que, aunque compartamos el mismo sentimiento, no compartimos la misma relación con ese sentimiento y en este sentido las emociones implican siempre una comunicación fallida. Los espacios son intensos pero porque es el objeto lo que está en tensión. Lo que circula en ese espacio no es la emoción sino el objeto de la emoción. Tanto lo social como lo individual pueden ser delineados como si fueran objetos.

¿Qué efectos tiene determinada circulación de objetos afectivos? ¿Cuáles son y cómo se dan las economías afectivas? ¿Qué efectos tiene la atribución de la afectividad en los colectivos? ¿Cómo se da el proceso por el que se esencializa a un colectivo al identificar el “siendo” como “sintiendo”?

¿Cómo se moldean, en estas relaciones de poder, determinadas orientaciones de estos otros hacia los demás?, en palabras de Spinoza: ¿cómo se construye lo que pueden o no determinados cuerpos y no otros? Este tipo de interrogantes y algunos más orbitan en cada una de las páginas de “La política de las emociones”.

Ahora, tomando esta teoría desde un punto de vista feminista, primero habría que dar cuenta de que durante tiempos indeterminados se le han atribuido ciertas emociones fuente al colectivo femenino bajo el supuesto de que las mujeres están más cercanas a la naturaleza. Por esta misma razón cuando las mujeres se enfrentan a situaciones de poder público se les exige como condición modificar su emotividad por otra emotividad que responda a la característica de -dureza- por poner un ejemplo, para poder conservarse en ese rol.

Pero aún no se ha reflexionado sobre cómo podríamos emprender un universo relacional paralelo que deconstruya esta dicotomía de debilidad-dureza que lo que hace finalmente es perpetuar los hilos del patriarcado y su aliado retroalimentador, el capitalismo. Quizás Sara nos dé una pista de cómo empezar a generar las condiciones para la reconfiguración de un universo donde nuestras impresiones sean efecto de otras relaciones de poder y lleguen a ser potencia para una nueva estructura afectiva del futuro.

148 visualizaciones0 comentarios
bottom of page