Desde hace varias décadas se viene hablando de un cambio de época. A principios de los años ´90, el siglo pasado, tras la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, el politólogo norteamericano Francis Fukuyama profetizó “el fin de la historia”. Sin embargo, los ´90 fueron pletóricos de cambios sociales, políticos y culturales de todo orden que hicieron que la historia no terminara, sencillamente continuó cambiando, para bien o para mal. El capitalismo, ahora sin frenos y aparentemente triunfante de la guerra fría, aceleró su carrera depredadora sobre la naturaleza y también sobre las sociedades humanas.
El modelo liberal económico se aplicó en toda la línea, la ley de la oferta y la demanda y las leyes del mercado se impusieron. Estados Unidos, a través del llamado “Consenso de Washington”, favoreció económicamente a los países de Abya Yala (América Latina) que habían iniciado procesos de privatizaciones en los sectores de servicios públicos.
Argentina fue uno de los modelos en ese sentido, hasta llegó a vender “las joyas de la abuela” como afirmaba una famosa frase opositora por aquellos años. Sin embargo, como consecuencia de la crisis financiera denominada “Efecto Tequila” a mediados de esa década, el sistema comenzó a desmoronarse y regresó el endeudamiento externo de los países emergentes y la inestabilidad social en la región. Aumentó el desempleo y la pérdida de poder adquisitivo.
Los tenues movimientos de resistencia social y político solo comenzaron a tener alguna fuerza en la región tras los desastres sociales de fin del siglo XX y comienzos de la nueva centuria. Por su parte, en Rusia también el sistema capitalista hizo lo suyo. Allí se desató una crisis financiera conocida como el “Efecto Vodka” y en el sudeste asiático otra similar, también llamada “Efecto Arroz”.
En fin, prácticamente todo el planeta se encontraba en medio de sucesivas crisis financieras y económicas que iban a afectar la vida de todos. No obstante, a pesar de los problemas económicos, ambientales, sociales y políticos, los líderes del sistema capitalista siguieron su marcha impertérritos. Por un lado, la naturaleza, y por otro, la imprevisibilidad humana, provocarían lo que podría llegar a ser una de las transformaciones más “radicales” de la sociedad y del sistema. La pandemia del Covid19 es un golpe al corazón de ese sistema.
El Covid-19, entre la emergencia, la desesperación y la exclusión:
En Argentina, ya hacia fines del siglo XIX, en 1871, un brote de la fiebre amarilla transformó la ciudad de Buenos Aires de aquel entonces. Cambiaron no sólo los hábitos y muchas costumbres sino también el lugar de residencia de la élite porteña.
Aquella “peste”, según datos estadísticos, redujo la población de Buenos Aires en un 7%. Se teme que el virus del Covid19, por su alto grado de contagiosidad, produzca mayores víctimas ahora a nivel de todo el país. El higienismo, en cuanto teoría de la salud positivista que bregaba por una ciudad sin la enfermedad, se convirtió en uno de los puntales del desarrollo del sistema educativo público.
Las normas educativas de aquella época, emanadas de la ley de educación 1420, sancionada en 1884, se hicieron eco de los nuevos preceptos de higiene y la obligación de controles de salud y vacunación en los establecimientos escolares. Es de esperar que esta nueva peste del siglo XXI traiga nuevos ordenamientos sociales y hábitos.
Para quienes no hayan asumido y comprendido la advertencia del cambio de época, el Covid-19 les vino a significar un cachetazo impensado. En efecto, la pandemia de efectos mundiales provocó una las mayores crisis, desde la segunda guerra mundial en el siglo pasado, en diversos planos de la existencia, quizás más grave que los “Efectos” señalados anteriormente.
El sistema económico tuvo un impacto directo, los trabajadores y la población en general fueron confinados a una extensa cuarentena, lo cual dejó en evidencia que la rueda del capitalismo no se puede mover sin los trabajadores que, efectivamente, son esenciales para para la maquinaria, quizás por eso los empresarios y los principales líderes mundiales, defensores del capitalismo, fueron activos militantes de la anticuarentena.
La postura del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro fue significativa en ese sentido al comparar los efectos del coronavirus con el de una “gripecita”. Más al norte, en Estados Unidos, Donald Trump abogaba en los primeros días de la crisis por la aplicación de una inyección de lavandina para curar los síntomas de la enfermedad.
El transcurso de las semanas y la caída en las encuestas electorales en su país, de cara a las elecciones de noviembre, lo obligaron a aceptar el barbijo y a cambiar su discurso por otro más pro-salud.
Sin duda, los efectos de la pandemia de Covid-19 aceleraron los cambios que ya se venían produciendo en diversas áreas de la vida humana. El sistema educativo es uno de esos sectores donde más fuerte pegó la prolongada cuarentena. Se cerraron las escuelas y la enseñanza se trasladó a los hogares. La educación virtual irrumpió como nunca antes y llegó para quedarse. Sin embargo, ni el sistema, ni los docentes, ni los estudiantes estaban preparados para el abrupto cambio.
En la provincia de Buenos Aires, Argentina, las diferencias de acceso a la educación y a las tecnologías son profundamente marcadas, especialmente en los sectores marginales del llamado gran Buenos Aires. La imposibilidad de disponer de dispositivos y conexión a Internet adecuados profundiza la desigualdad y la exclusión ya existente de esos sectores populares.
Para el actual gobierno, con un discurso de inclusión, se trata de un desafío a enfrentar aún mayor por la gravedad de la pandemia. Mientras tanto, las escuelas de las “elites” siguieron funcionando “online”, sin mayores inconvenientes. En el otro extremo de la escala social, amplios sectores de estudiantes quedaron más excluidos de lo que ya estaban, sin disponer de los dispositivos o el acceso gratuito o de bajo costo de una conexión a Internet, complicando aún más su condición. Muchos, inclusive, más preocupados por el sustento diario que por la educación en sí misma.
El panorama general en estos sectores marginales es de una progresiva pérdida de la autoestima y un sentimiento de fracaso. Sin dudas, la intervención del Estado y la creación de trabajo genuino será una prioridad en los próximos años para reducir la creciente pobreza y exclusión de los sectores señalados.
La Filosofía como una herramienta para pensar la crisis educativa
En este contexto de pandemia, cambian los valores y surgen nuevas preguntas sobre el significado de la “normalidad”, hay nuevos proyectos. Cuando esto sucede, reaparece la filosofía y regresa para ayudar a preguntarnos sobre estos nuevos valores y confrontarlos con los del pasado, aquellos que hemos sostenido hasta hace poco.
La crisis del sistema educativo no comienza con la pandemia, sino más bien se agrava y pone en discusión el formato mismo de la institución "escuela". Se sabe que el sistema educativo "moderno" es piramidal, “universal" en la base y a medida que se sube la pirámide algunos quedan en el camino. El Covid-19 y la virtualidad impuesta "tiró" de la pirámide a una mayor cantidad de personas.
Paulo Freire, en su libro "¿Qué es la educación?" afirma que aquella "es la acción y la reflexión del hombre sobre el mundo para transformarlo". Es en ese sentido que la filosofía viene a proponer una mirada crítica sobre todo lo instituido como "normal" dentro del sistema.
Según Leonardo Boff, uno de los referentes de la "Teología de la Liberación", volver a la "normalidad" sería "autocondenarnos". Sería volver a la educación bancaria, a promover el individualismo y la "meritocracia" como lógicas del mercado.
Se hace necesaria otra mirada. Establecer un nuevo paradigma educativo. Hay un debate en desarrollo sobre la ética en las decisiones políticas y en las conductas individuales y sociales en medio de la crisis sanitaria. La tensión entre la política y la moral de las decisiones y cómo influyen en la vida cotidiana de la sociedad, irán definiendo los nuevos hábitos de enseñanza y el papel de la filosofía en este nuevo contexto.
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