Resulta complejo hablar con univocidad acerca del existencialismo dado que al parecer, se ha abusado tanto del vocablo “existencialismo” que, como muchos autores han sostenido, el término puede significar mucho y al mismo tiempo nada.
El problema es que se han querido tildar o clasificar de existencialistas a muchas y muy variadas escuelas filosóficas, desde la antigüedad hasta a la actualidad. A los jónicos, a los estoicos, los agustinianos, los empiristas, los pragmatistas, solo por nombrar algunos.
Para hablar con claridad sobre esta escuela filosófica, tenemos que remontar su origen exclusivamente a Kierkegaard. El otro gran representante de esta filosofía es Jean Paul Sartre. Kierkegaard vendría a representar el existencialismo cristiano, que se pregunta por la realidad humana considerando al individuo situado ante Dios. Sartre, representa el existencialismo ateo, que se interroga la realidad humana considerando al individuo que ha descubierto la nada de su propio ser. En esta línea podemos encontrar a literatos de la talla de Albert Camus.
Kierkegaard, considerado el primer existencialista, en una especie de acto de rebeldía hacia la filosofía idealista, racionalista, lógica, absolutista y dialéctica, llega a expresar contra Hegel lo siguiente: “contra la filosofía especulativa, la filosofía existencial”. Ese es el primer registro que se tenga del existencialismo como tal.
Para el filósofo danés, el auténtico pensamiento existencial es aquel en el que el sujeto que piensa se incluye a sí mismo en el pensar. Es decir que, en algún sentido, renuncia al intento de reflejar o pretender reflejar objetivamente la realidad. Esto tiene que ver con la noción de que el pensamiento racional abstracto y objetivo piensa la realidad separándose de la realidad, olvidándose, como en una especie de esquizofrenia, que el que piensa es también parte de la realidad y, en última instancia, no puede separarse, apartarse, escindirse de esa misma realidad. Por eso mismo, los críticos del existencialismo lo tildan de “irracionalismo”.
Sin entrar en detalle en la filosofía de Kierkegaard y Sartre, podemos decir que, en general, lo primero que hace la filosofía existencial es negarse a reducir su ser humano, su personalidad, a una cosa cualquiera. En filosofía, a la cosa cualquiera la llamamos ente. En este sentido, podemos decir que somos alguien, y no algo. Por eso se diferencia del racionalismo o incluso del cientificismo, porque tienden a pensar objetivando, es decir, tratando a lo que se estudia como una cosa cualquiera, como algo, como un ente.
La antropología existencialista que sostiene el ser humano no puede reducirse a un animal racional, tampoco a animal social, o a una conciencia, ni a mero organismo biológico. El ser humano no es un ente sino un existente. Específicamente “este existente que es aquí y ahora”.
En la línea de Sartre, el existencialismo rechaza todo esencialismo, toda substancia. Se rechaza la idea de ser humano como algo definible de manera fija. Por eso su famosa máxima que dice que “la existencia precede la esencia”. O sea, que la esencia, lo que hace que seamos como somos, es el resultado de lo que fueron haciendo de nosotros y fuimos haciendo en nuestro existir histórico. El ser del hombre es un construirse a sí mismo.
La filosofía existencialista propone un ser humano que busca comprenderse a sí mismo, pero no de manera aislada, como hacía Descartes reflexionando encerrado solo en su habitación, sino en situación con los demás y en el mundo particular en el que se vive, o sea, su barrio, su ciudad, su país. Para el pensar existencial, el ser humano no es mera conciencia, y menos aún mera conciencia de la realidad: es la realidad misma.
Para dejar un pantallazo más claro, la filosofía existencialista piensa lo humano de una manera multidimensional. Por ejemplo, la racionalidad humana no está separada de la emocionalidad, de lo orgánico, de las condiciones históricas y materiales del individuo, de la cultura, etc. Por eso, muchos de los temas de la reflexión existencial tienen que ver con la subjetividad, la finitud de la existencia, el absurdo, el sentido, la contingencia, la autenticidad, la alienación, la libertad, la situación contextual, la decisión, la responsabilidad, la soledad, la compañía, la muerte, el hacerse a uno mismo, etc.
Estos últimos son temas que, por su naturaleza fenoménica, no pueden ser estudiados por el método científico, pues ¿Cómo podría medirse o cuantificarse por ejemplo la subjetividad, la soledad, la muerte? ¿Dónde podría encontrar la el tradicional método científico la materialidad de la libertad, de la alienación, la autenticidad?
Frente a estos interrogantes existenciales, el existencialismo asume su legítimo protagonismo y pertinencia.