Soledad: Medusa y sus hermanas las Gorgonas.
El argentino estaba sentado con la cabeza baja, pensativo y meditabundo. Su espalda tenía la curva de los que saben protegerse de los golpes, de los que saben cerrar los dorsales. Su cara tenía el rictus de una historia de resiliencia recurrente sin final feliz. César lo acompañaba en silencio. De pronto le acercó su pipa, la llenó de tabaco y la encendió. El argentino le agradeció con la mirada y comenzó a fumar con mucha tranquilidad y parsimonia.
César entonces lo inquirió: ¿QUE HARÁS CON LA CABEZA? Ellos temen tu respuesta, o, mejor dicho, temen de tus acciones. Sé que pedirte perdonar es casi inmoral, pero los efectos pueden ser devastadores.
Éste hizo un silencio, levantó la cabeza, miró a César y le respondió:
_ Él te sacó de ese lugar porque se mataban entre Ellos. Él se marchó porque lo rechazaban y vos te fuiste con las dudas más profundas que jamás habías tenido. Lo llamaste por siglos implorando que te escuche y no lo hizo y ahora me pedís que reflexione y que cambie de decisión. No soy nada más que un simple mortal, ya fallecido, que vivió en ese lugar sin poder salir, sometido a lo que vos y tu Dios no pudieron comprender y abandonaron a su suerte. Vos me pedís esto, amigo, yo te amo, pero concédeme un poco de cariño o de piedad. Me otorgaron la Soledad, como amante, a Medusa como compañera y a las otras Gorgonas como verdugos ¿Qué es lo que me pides?
César bajó la cabeza, realmente no podía más que acompañar a su amigo, el tribunal lo esperaba. Había mucho ruido y murmullo. Desconcertados y confusos estaban ángeles y santos. Griegos, filósofos y sabios, caminaban y hablaban del tema: ¿Qué hará el argentino con la cabeza de Medusa?, ¿Qué hará el argentino con esa cabeza? Esta era la pregunta que todos se hacían y se repetían, tratando de dar hipotéticas respuestas, de las cuales se sentían absolutamente inseguros.
El Tribunal llamó a reunión. El argentino se levantó. A pesar de su edad todavía lucía imponente, su musculatura y su andar todavía detentaban las señales de los más de 50 años de entrenamiento, combates, escaseces, adversidades, pérdidas y más pérdidas, indiferencias y olvidos. Se sentó en la mesa de Los Tristemente Escuchados y brindó sus datos. Desde su atril, el Dador de la Palabra le indicó que el Presidente del Tribunal le hablaría. Entonces, se sentó en posición de atención y vigilia como de respeto, no sé si al tribunal o a sí mismo, pero antes apoyó un portafolio negro y un bolso azul al costado de su banco con extremo cuidado.
El Presidente habló:
_ Argentino, decidiste develar la cabeza de una Gorgona, de Medusa, en tu tierra. Eres junto a Perseo el único mortal que la ha cortado, que la conserva y que pretende petrificar a su pueblo. Queremos saber ¿Por qué motivos? Por derecho la cabeza es tuya y lo que hagas con ella es tu decisión. Tú la cortaste, tú la puedes usar, pero nos inquieta y nos interesa saber la razón de la decisión que vas a tomar. Sabemos por tu ángel, César, que pretendes usarla, pero… ¿Podríamos escuchar tu justificación?
El argentino, poniéndose de pie respondió:
_ LA INDIFERENCIA, SEÑOR, FUE Y ES EL INSTRUMENTO DE LA CRUELDAD DE DONDE YO PROVENGO. MI ÁNGEL DE LA GUARDA HUYÓ DEL LUGAR ESPANTADO. TU DIOS LO AUTORIZÓ, PORQUE LO RECHAZARON. YO VIVÍ ALLÍ MUTILADO EN MIS PASIONES Y EMOCIONES. SÓLO VIVÍ PÉRDIDAS Y PÉRDIDAS Y FINALMENTE COMPRENDÍ, QUE LA CRUELDAD ERA LA INDIFERENCIA HECHA REALIDAD. POR ESO LIBERARÉ LA CABEZA. ELLOS NO TEMEN A LA GORGONA, ELLOS SON Y AMAN A LA GORGONA. Y SI NO SE PETRIFICAN, USTEDES SERÁN DE PIEDRA EN TODO EL UNIVERSO.
Tomó un sorbo de agua y después continuó:
_ Sin Dios y sin ángeles de la guarda, no hay amigos. Sin amigos sólo nos enamoramos de la soledad y la soledad se convierte en alcohol, drogas y relaciones degradantes. Luego nos pudrimos como el rostro de Medusa y empezamos a comportarnos como muertos vivos. Nos acostumbramos a enterrar a nuestros hijos. Todos los días un crimen infame nos inicia la jornada y finalmente hacemos estallar todo por el aire en un grito de brutalidad cósmica, que nos pone de rodillas. Fanáticos e ignorantes nos gobiernan y después domestican una nueva raza de corderos que repiten el bucle. No hay amigos en esa tierra, sólo intereses. Vives solo, podrido y amenazado por la Gorgona. Yo viví la soledad, soporté la muerte social, pero le corté la cabeza y ahora dispongo que nadie viva más. Este ciclo espantoso a los que nos sometieron, yo no lo elegí, y tu Dios no me rescató, morí solo, me pudrí solo y me enfrenté solo a la Gorgona. ¿Por qué he de ceder la cabeza para que otros millones sufran lo que ya millones han sufrido en estos 200 años? Deme Usted una razón para que cambie de decisión, yo no miré a la Gorgona, pero mi corazón sí lo hizo. Soy un condenado a la soledad eterna, con un corazón de piedra, en una sociedad sin amigos. Se muere enamorado de la soledad, podrido en los senos de Medusa y petrificado por la mirada terrorífica de la Gorgona. ¿Quiere que discutamos la historia de mi país? No le conviene, señor, mejor haga como los argentinos que mueren sin historia.
El tribunal y el auditorio sucumbieron en un silencio espectral.
El argentino continuó con su razonamiento:
_ Señores, ¿Ustedes aceptarían una vida sin justicia, sin memoria, sin historia? ¿Con un presente eterno sin amigos y con la crueldad de la indiferencia como forma natural de vida? ¿Qué clase de historiadores son Ustedes? Denme un preso justo, un héroe respetado. Aseguren a los padres que no temerán más por sus hijos, que la escuelas enseñarán la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, que desarmarse será un acto de hermandad, que los pobres serán una leyenda y que los que dirigen serán servidores del Bien Común. Garanticen que los hombres serán valientes y honorables y que las mujeres morirán de vejez, que los jubilados vivirán con júbilo, que las Universidades serán casas de estudio y que el dinero sólo un instrumento útil de intercambio.
Finalmente hizo una pausa y expresó:
_ Me hacen hablar con el único propósito de exculparse por su propia debilidad y el temor de aceptar que una porción de la creación les ha escupido en la cara. Las figuras de piedra son más benignas que la horda de inmorales y amorales que domina el lugar donde me enviaron a vivir. No tienen argumentos en contra, excepto la típica esperanza infantil de los milagros- Y señores, donde la evolución domina, la cultura es derrotada.
El silencio se profundizó, el argentino se inclinó y del interior de su portafolio, sacó un libro enorme titulado: ENAMORADOS DE LA SOLEDAD SE HICIERON AMANTES DEL EGOISMO. DEL EGOISMO SE PUDRIERON COMO EL ROSTRO DE MEDUSA. Y DE SUS ACTOS PODRIDOS SE SUICIDARON MIRANDO DE FRENTE A LA GORGONA.
Lo colocó en el atril del Dador de la Palabra, después levantó la bolsa azul y finalmente dijo:
_ ¿QUIEREN SOSTENER LA FE EN LOS ARGENTINOS? ENTONCES, DECIDAN USTEDES.
Abrió la bolsa azul, y situó la cabeza de la Gorgona frente a su rostro. Mientras se petrificaba esbozó una sonrisa y cayó al suelo, transformado en un montón de piedras rotas.
Dentro de la bolsa encontraron una nota: "Si quieren salvarse. juzguen a uno, condénenlo, dejen procesarlo y hagan libres a las víctimas. Rompan el bucle argentino”.
El tribunal mandó a ocultar la bolsa y la cabeza de Medusa. Unos ordenanzas limpiaron inmediatamente la sala. Ahora respiraban tranquilos, el argentino no tenía alma, no existía más, todo podía continuar como estaba. Habían resuelto paradójicamente el problema dejándolo tal cual existía. Al otro día los argentinos votaban. Se despertaron con otro adolescente asesinado. Contaban con el femicidio número 251 del año, seguían con sus 9 millones de pobres y batían el récord de obesos, hipertensos y cardíacos. Sus plasmas, su televisión infradotada y sus miles de miserias recurrentes y actos de corrupción de los cuales estaban cuasi orgullosos. El Papa argentino se reunía con los jueces, Maradona afirmaba ser Dios y Tinelli hacia 36 puntos como conductor de “Gran Hermano”.
César se acercó al ordenanza, le pagó con los nuevos billetes de 10.000$ y se llevó las piedras. Las guardó en una urna de madera. Era todo lo que quedaba de quien había sido su amigo por más de 50 años. Tenía lágrimas en los ojos. Los ángeles también lloran por las piedras.
AUTOR: CÉSAR (ANGEL DE LA GUARDA) emigrado por Dios de Argentina.
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